Siempre hay un hermano muriéndose de frío, hambre, indiferencia y abandono. Ante esto propongo un ejercicio que nos hará entrar en calor, quedar bien con el Altísimo, con el prójimo y con la conciencia. Agarramos cinco bolsas de consorcio grandes, le hacemos una feroz entrada y limpieza al guardarropa, embolsamos toda la ropa que ya no usemos, tengamos repetida o ya haya pasado de moda y, cargando en el vehículo a hijos, sobrinos y nietos -para hacerlos entrar en el mundo de la solidaridad- nos llegamos a los lugares donde sobreviven las personas en situación de calle; o bien dejamos nuestra donación en los albergues. Eso hace muy bien a todos.
Francisco Amable Díaz
Pedro G. Sal 1.180 - S.M. de Tucumán